miércoles, 31 de octubre de 2012

Los queletos asesinos de la casa maldita


Era una lluviosa tarde de Otoño cuando aquel hombre enjuto y pesaroso se presentó en las oficinas de "Susodicho Corporation, detective privado y hombre orquesta".
 Entró por la puerta y habló usando su enjuta boca.
- Señor mio, he venido para contratarlo para que investigue un caso parapsicologico, para que llegue a la verdad de los acontecimientos y para que todos sepamos lo que hubiera pasado.
 Susodicho lo escuchó usando la oreja izquierda y se permitió sonreír.
- Continúe, pollo.
 El señor que hacía de pollo continuó.
- Como quizá usted no sepa, señor detective, la confederación de confiteros  de Hamburgo tiene desde tiempo inmemorial por la tarde una mansión tenebrosa en lo alto del acantilado oscuro de las afueras de la ciudad.
- Comprendo...
- Todo iba bien, los confiteros confiteaban, la mansión tenebrosa mansioneaba, el acantilado acantileaba, era un negocio redondo, todos ganaban, hasta...
- ...
- ...perdone, se me quiebra la voz, no me llega la camisa al cuerpo, hasta.... hasta...
- Comprendo.
-...hasta que... ahg...hasta que unos queletos asesinos que había por allí empezaron a matar a la gente.
El hombre enjuto pareció desplomarse al decir estas palabras. Dijo "gente" y se cayó de la silla.
- Comprendo.
- Por favor, señor detective, resuelva el caso, anda hijo.
- De acuerdo, no va a haber problema. Esto está hecho. Va  a ser, vamos a ver, espere que que mire el catálogo, caso de desapariciones, caso de secuestro, no, de robo de planos secretos, aquí está, caso de queletos asesinos, hummmm, vaya , hay un recargo por ser en mansión tenebrosa, bufff amigo, esto le va a salir por un pico.
- No importa señor detective, por favor, resuelva el caso.
- Bien, no se preocupe, yo me encargo de esto. ¿Donde esta ese acantilado?
- A las afueras de la ciudad.
- Comprendo. Cuando dice a las afueras se refiere a las afueras por fuera, ¿Verdad?
- Si, señor detective, perdone, es que estoy muy nervioso. Las afueras por fuera.
- Ya comprendo. El acantilado ese que hay un cartel que pone "Acantilado tenebroso".
- No, perdone, ese no es. Es otro que hay mas adelante que hay un cartel que pone "Otro acantilado tenebroso. No tirar basura".
 Susodicho se puso en pie de un salto.
- Bien. Ya se donde es. Ala, a tomar el fresco.

 Oscurecía. El viejo Renault Bentley gris metalizado de Susodicho se detuvo a la entrada de la mansión y de este se bajó el detective abrochando su vieja gabardina gris metalizada. Llegó a la vieja puerta de la gris mansión metalizada señorial, se quitó la colilla de la boca y tocó el timbre.
A los pocos minutos se abrió la vieja puerta gris metalizada y se recortó contra ella la silueta gris sin metalizar de un viejo queleto.
- ¿A llamado ustez a la puerta? (Los queletos asesinos, para aquellos de ustedes que no lo sepan, dicen el verbo haber sin hache, creo que es por falta de melalina o algo así)
- Si. Yo mismo. Con este dedo. Soy el detective privado Susodicho, y mi placa es la trescientos setenta y cinco, por el culo te la hinco. A ver, papeles.
 El queleto, que estaba en su casa tan tranquilo, sin meterse con nadie se ensimismó así, como para dentro.
- Oiga es que a mi de papeles no me habían dicho nada, ¡eh?
- ¿Como dice?
- No, que decía que de papeles, papeles no se yo si...
- Comprendo
- A ver, que si, que papeles como aber, que los ay, pero que ahora mismo, lo que se dice ahora mismo no los tengo porque ayer nos fuimos a una comunión, y como el abuelo....
- Comprendo.
- O sea que entonces, y eso es lo que pasó.
- Pues señor mio, sin papeles, como ustedes van a comprender, no pueden estar aquí,  así que venga, desfilando.
- Es que mi padre...
 Oyóse un vozarrón espeluznante desde el fondo del pasillo.
- ¡¡¡ESA PUERTA!!! Que  estoy resfriado, ¡Joder!
Pocas cosas hay que saquen más de quicio a Susodicho que la palabra soez y los estornudos descontrolados.
- Menos gritos, Milagritos, venga, desfilando de a dos en fila de a tres en dos en fondo, y que no vea yo una palabra mas alta que otra , que me tenéis muy hartito.
- Si señor, lo que usted nos diga.

 Y así fue como se resolvió el difícil y espeluznante caso de los queletos asesinos.