martes, 30 de julio de 2013

Don Sisebuto Pechopollo, el batallador.


Nació en humilde cuna, hijo de los condes del Altramuz, Don Gusarapo Pechopollo y Doña Clueca de las gallinejas.
 A edad ínfima inició su preparación para la vida, y así entró como aprendiz de Conde apenas cumplidos los 26 años. Pero al joven Sisebuto lo que de verdad le gustaba era batallear. Sus amigos se iban a jugar a las canicas y el se quedaba batalleando solo. Sus amigos volvían y él seguía batallenado y batalleando. Tanto fue así, que un buen día, con motivo de su onomástica le dijo su padre:
- Et dixeme, xoben Sisebuto, fixo mio, para los reies magos, que cosa fas de querer, que en fabiendo tu amada madre et yo mesmo, tomado la dexicion de escribirles la carta, que cosa les hemos de pedir, como dones para tu buen gobierno et buen tremplanza.
 Y Sisebuto, que era buen hijo, le contestó:
- Pater familias, buen señor mio Conde. me place de buen grado que tal cuestion me fagais, et sabed que no he de pedir sino para vos, yo lo que quiero es batallear.
- Pero hijo amado, dilecto heredero, si non fabiendo batallas, que los moros son retirados de la lontananza, ¿a quien quereis batallear?
- Padre, he oído de las andanzas de los cruzados en las cruzadas, yo quiero batallear en aquellas luengas ignotas tierras.
 Y el padre, que no era lerdo, aunque lo parecía bastante (especialmente los jueves), hizo sus cuentas y concedió a su vástago su deseo.

 Al día siguiente, 16 de Noviembre de 1.211, fue armado caballero, su caballo fue armado caballo de caballero y su escudero, Carolo Eldelbolo, fue armado escudero de caballero.  En la misma jornada, y por un poco más de doblones, se armaron ventolines (Para todos ustedes que no conozcan las costumbres heráldicas de la casa de los Pechopollo, los ventolines eran caballeros menesterosos o sin posibles, que servían a su señor, freían huevos y hacían cabriolas y malabarismos en los entreactos de las batallas) Don Pascuelo Caraconejo y Don Efisema Chotocabra, ambos hijos de mugrientos labriegos analfabetos de la heredad de los señores.
 Siendo de ventura que tan grandes dones adornaban el pecho de don Sisebuto, que armado ya caballero, se puso una corbata y se marchó.
 En llegados a este punto, hay divergencias entre los grandes estudiosos de la vida del preclaro héroe sobre cuyas andanzas nos ocupamos hoy. Según la escuela de Harvard, Don Sisebuto se quedó durmiendo y perdió el barco que había de trasladarlo a las cruzadas. Según la escuela de Handerway, llevado de su genio guerrero, decidió cambiar de planes en un último momento para asestar un golpe mortal por sorpresa a los infieles y atacarles donde menos lo esperaban. Por fin, según la escuela de Villa Cambridge de la Polvorosa, Don Sisebuto no era capaz de distinguir un galeón de un carromato y sencillamente se equivocó de vehículo.
 Sea como sea, volvemos a encontrarlo 35 años mas tarde en la Siguenza Nororiental, al mando de un ejercito de 300 lanceros bronceados por el sol del desierto dispuestos a presentar batalla a los musulmanes rebeldes. Pero estos no se presentaron.
 Ahito en su amor propio, viaja al Peloponeso del norte y desafía al cadí, que o lo ignora por ignorancia o por el recóndito motivo de estar ocupado en sus quehaceres.
Don Sisebuto se mesa los cabellos y manda atacar a sus huestes mientras él se va a deponer, al grito de "Que harto me tenéis". La carga de sus mesnadas es provervial y aterradora. Los hombres del cadí, que estaban viendo la tele de la época huyeron despavoridos, los tres, y la batalla termina a favor del ilustre héroe sin que haya de pedir prorroga.
El éxito de la jornada se traslada de boca en boca por el orbe conocido. El santo padre promulga una bula, se regalan buñuelos de viento en algunas villas de Austria. El emperador esta compungido y se descompunge entre cantos de agradecimiento y loas de bacalao. El padre de Don Sisebuto esta durmiendo la siesta y no se entera de la victoria de su hijo.

 Sin embargo, el malvado Abdú Jamalajá, Señor de Jacarajá del sur (ver mapa) no esta dispuesto a permitir tal ofensa. Arma un ejercito de cuatrocientos mil elefantes y cinco millones de caballeros a caballo y los embarca en el "Mayflower de la pradera" el buque insignia de la flota. Sin embargo Don Sisebuto es mas rápido y lo espera en la orilla de la playa, y cuando el buque se dispone a desembarcar las tropas, les quita la escala de madera. Vencido y humillado, Abdú Jamalajá se retira a sus aposentos y se toma la provisión de arroz con leche de sus huestes. Muere a los pocos años de indigestion galopante. Sin embargo, antes de fenecer redacta un testamento muy duro. Sus hijos estan obligados a lavarse de vez en cuando y a reconquistar la heredad de la Siguenza Nororiental. Es taxativo en sus designios, así se puede leer en el manuscrito original, entre granos resecos de arroz con leche "...Jamala hamn maja jarajá, Na Lamana ja rajá..." (palabras muy duras si me permiten la opinion). Adhalá, su primogénito, tras chupar el pergamino y entre lágrimas de dolor se marcha a la batalla. Acude solo, en cuerpecito gentil, como el machote que era y desafía al ejercito de Don Sisebuto. Carga contra ellos en un acto de generoso y abnegado valor y muere a los pocos segundos como un valiente, de un flechazo con mala intención.
 Ese fue el principio del fin de Don Sisebuto. La compañia de seguros de Adhalá pide que se haga una investigación y entra en escena Scotland Yard. La investigación la lleva a cabo Don Melquiades Del Paso Cambiado que no es lerdo y tarda poco en establecer conexiones. Una muestra de ADN de la flecha acusa a Don Sisebuto. No hay coartada que lo proteja y al papa santo de Roma no le quedan ya bulas ese año (Recordemos que en esa época se inventó lo del 3x2 y las bulas eran una delicatez inconmensurable). Nuestro héroe es arrestado y condenado a una multa de dos doblones. Se los presta su adelantado Don Pito del Santo Silbato.
 Sin embargo, la estrella del batallador ha cambiado. Arrestado por la justicia, debiendo sumas de dinero a sus humildes adelantados, con fama de poco higiénico (si, he intentado pasar de puntillas, pero Don Sisebuto era muy cochino), de cotilla y de sacarse mocos, sus huestes lo abandonan. Viéndose solo, se retorna caminando a su hogar de la infancia y le pide a su padre que le compre una consola. Y así terminó sus días, jugando al Grand thef auto, y sin poder pasar de la pantalla de las putas.
 Murió en olor de..bueno, pasemos otra ve vez de puntillas... el 31 de Julio de 1250 a una edad pichipichá. Fue llevado a los altares como San Sisebuto el inefable y se le concedió el patronazgo de los labriegos calvos, pero se lo quitaron por falta de pago.