domingo, 2 de marzo de 2014

En busca del tesoro

.Anatomía de Susodicho. Capitulo 3.


En la última entrega de este apasionante folletín, nuestro héroe había hallado el mapa del tesoro del capitán Malvado...
Pero no os liéis, que sois muy como así...
Aquí empieza la trama
Aquí sigue la historia
La historia verídica del tesoro

La enfermera Melocotona, dándose cuenta de la importancia del hallazgo (Esa semana, en las clases nocturnas a las que acudía por la mañana bien temprano, habían estudiado los verbos reflexivos de segunda generación. Una de las frases que se pusieron como ejemplo para analizar había sido. "Angunos piratas malotes escondian mapas de tésoros hen los lügares mas insospechiados") y sin que sirviera de precedente, tomó con sus manitas al honradísimo protagonista de estas hazañas y le cuchicheó al oído algo referente a salir corriendo a comprar unas palas y a cambiar un pijama que le estaba pequeño.
Susodicho, que jamás ha sido propenso a dejar a medias una labor, bueno... menos una vez que... espera y otra que estaba, no y aquella vez y la otra y esta mañana que se ha dejado el cepillo de dientes...
Susodicho, al que le encanta no terminar nunca lo que empieza, escuchó a la enfermera con interés; sopesó con esa sangre fría que le caracteriza los aspectos intrínsecos, y sentenció de forma taxativa con un contundente "Jooo, es que ahora ponernos a comprar palas para hacer hoyos...¿porque no los compramos ya hechos?"
Pero ella era profiláctica a sus quejas y mohines, y con un somero "Anda, tira, que me tienes contenta..." zanjó la conversación.
El Corte inglés estaba lejos y en la ferretería se negaron a cambiarle el pijama, en cambio, les vendieron unas palas monísimas.
Y se pusieron en marcha.



Fueron andando por la ruta de la plata hasta que llegaron a la ruta del cobre. Lo hicieron con el artero truco de poner un pie delante del otro, y luego el otro, y el otro... como solo tenían dos pieses cada uno de ambos se vieron obligados a dar los pasos con esos solos pieses, pero se fueron apañando.
Cuando cayó la noche estaban en la esquina de la calle del pez con la selva misteriosa (La ciudad es que era muy rara, la diseñó Don Pánfilo Carahuevo, que fue un personaje del que se podrían contar muchas cosas, la mayoría mentiras cochinas) y apenas había luz en las farolas para consultar el mapa. Acamparon en una parada de taxis abandonada en la que se decía que los domingos por la tarde se escuchaban partidos de fútbol.
Hicieron un fuego y ella preparó un poco de arroz con leche con algunas provisiones que llevaban. Como no se pusieron de acuerdo en los turnos de las guardias decidieron que lo mejor era que hicieran las guardias juntos, así uno podría mantener despierto al otro y darle conversación.
Poco antes del amanecer atacaron los indios, pero como estaba oscuro pasaron de largo.
Ella preparó un poco de paella de marisco para desayunar y se pusieron en marcha.
A media mañana pararon de su larga caminata y prepararon un poco de café con leche y ella hizo unas magdalenas con trocitos de chocolate por encima y unos bollos suizos con crema, que le salieron muy ricos. Después del tentempié, se dieron de bruces con un templo abandonado lleno de trampas mortíferas y de serpientes venenosas. Ella dijo de rodearlo, pero Susodicho se estaba haciendo pis y decidió buscar los aseos del templo.



Lo primero que se encontró fue un pasillo muy largo con unas baldosas que si las pisabas se disparaban unas flechas. Seguramente otro héroe se hubiera dado por vencido o hubiera muerto (o hubiera resultado malherido, o lesionado o contusionado o aflecheado o rasgado o algo) pero él es un hombre (o por lo menos lo parece) de recursos y no pisó las baldosas. Cuando llegó al final del pasillo, se encontró con que éste tenía dos ramificaciones, a la derecha y a la izquierda. Con esa gran cultura que le caracteriza (menos los lunes al mediodía, que es por genética medio analfabeto) recordó de sus años de estudios en arqueología bizantina que en los templos antiguos siempre se ponían los servicios al fondo a la derecha (tradición que aún se conserva a día de hoy -dos de marzo) y optó por el pasillo de la derecha.
Estaba muy oscuro y le costó un poco de trabajo dar con el interruptor. Los tubos fluorescentes eran muy arcaicos, de madera y piedra caliza, pero aun funcionaban. A la tétrica luz pudo comprobar horrorizado que estaba todo el suelo sin fregar por lo menos desde hacía varios siglos. Se armó de todo su valor y con cuidado alcanzó el final del pasillo, y con él, la puerta de los aseos. El de señoras estaba cerrado con llave ("para ponerse a buscar al encargado", pensó) el de caballeros estaba abierto, y a juzgar por el brillo del suelo, lo habían fregado hacía poco.



 Hizo lo que todo hombre sabe que debe hacer cuando está en un urinario y retorno a donde estaba Melocotona, que en esos momentos luchaba a brazo partido con un gorila muy simpático, que se tuvo que ir enseguida porque se había dejado algo descongelando y no quería que se le pasara.
 Al mediodía, y siempre siguiendo las indicaciones del mapa, llegaron a lo alto de una colina, donde un indio había puesto un kiosko de prensa y una india pechugona cambiaba los pañales de un querube orondo.
- Jau -dijo el intrépido Susodicho.
- Jau -le respondió el indio en un perfecto indio.
- Mi querer hablar con rey vuestro -le explicó el explorador haciendo muchos gestos- gran hombre blanco que busca tesoro que seguir intrincadas indicaciones de vetusto mapa precisar con urgente precocidad hablar con hombre sabio tribu vuestra, Jau.
- Gran jefe estar con días asuntos propios -le replicó el indio- poderle atender si premura ser excesiva el segundo gran jefe de tribu, jau.
- Premura ser excesiva que te rayas, jau -intervino Melocotona.
- Yo ser pasante de segundo gran jefe, ¿en que poder atender? jau -dijo el más indio de ellos.
- Necesitar indicaciones para encontrar tesoro de mapa, jau -dijo la más mujer de ellos.
- A ver, mapa -pidió el señor pasante del segundo gran jefe, y añadió aún- Jau
Se le tendió el mapa y lo miró con detenimiento, estuvo sopesando la publicidad que había en los márgenes del viejo pergamino, y lo miró por dentro y por fuera, por delante y por detrás y al final dictaminó con rotunda seguridad:
- Este mapa está caducado, jau.
-¿Cómo? jau -exclamaron al unisono ambos protagonistas de este relato lleno de misterio y tensión.
- ¿Ver aquí? Debajo de donde poner "Lanzas y alfanjes acme", ¿ver? poner Caduca en Febrero de 2014. Este mapa ya no valer para encontrar tesoro, jau.




Y así, Susodicho y Melocotona, donaron el mapa del tesoro a la india pechugona y volvieron lentamente a la parada del autobús que los llevaría de vuelta a la civilización.

Mientras tanto, oculto ya para siempre de la codicia humana, un arcón repleto de huevos fritos fresquísimos descansa de la pátina del tiempo y de la mordacidad de un señor de Lugo que tiene bigote.
Continuará...

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