lunes, 9 de junio de 2014

Cuentos ejemplares (II)

LA FÁBULA DE LA BALLENA, EL ABEJARRUCO Y EL SACRISTÁN.

Lo que sigue es un fragmento de "El libro de los saberes ancestrales".
Dicho libro pasó recientemente a disposición judicial por gamberrismo y cantar coplas populares en la vía pública (Nosotros tampoco nos lo explicamos)



"...et fabiendo comidose el sabroso cocido de manitas de cerdo con un huevo frito en lo alto de los garbanzos, dixo el sabio arcipreste a sus cabezones discípulos:
Habéis de saber, prófugos y dilectos rapaces que'en cierta ocasión fabía una ballena que vivía en la alta mar, esquina al mar de los sargazos, et tenía por costumbre, la tal ballena, cantar romanzas y chirimiris a las altas horas de la madrugada. Et un abejarruco que solía pasarse por las inmediaciones, y que estaba aquejado de diversas molestias intestinales y tenía alta la tensión, le dixole a la ballena cantarina: Porque no se calla, maese ballena, que no es que tenga vuecencia la voz fea, ni que le suenen a diversas pitosidades sus esbeltas cuerdas vocales, pero es que las horas que son, y que ya refresca en la tibia mañana el rocío, y que hace sueño, y que si se puede usted callar, o algo. 


Et la ballena, que no le prestó atención al abejarruco, prosiguió con sus trinos melodiosos.
Et insistióle el abejarruco: Mire vuesa merced, que las horitas que son y aún no he podido barrer el nidito, y sus cantos y gorgoritos, que me suenan a música celestial, pero que resultan molestos si se escuchan con las orejas, que si facereme el favor de callarse o de guardar silencio, lo que mejor le venga a vuecencia.
Et continuó cantando la ballena et dixose el abejarruco para sus adentros: Te va a enterá, so lista.



A pocos miles de kilómetros de allí, se encontraba la sacristía de San Fermín del Parnaso, que fue un santo muy gordito y muy milagrero, que cada vez que facía un milagro se quedaba durmiendo. Fabía puesto el sacristán de la sacristía un tejemaneje de arte y ensayo en lo alto del campanario. Et una teja fabía quedado suelta. Et llegado a la sacristía el abejarruco, tomó la teja y fuese a ver a la ballena. Y en llegando a donde estaba el cefalópodo (Nota del cronista: en la edad media no se consideraba a las ballenas cefalópodos, sino crustáceos. Este error parece ser debido a la ignorancia del autor del relato, que en algunos casos llegaba incluso a incluir a los huevos huevos fritos dentro del grupo de las verduras, aunque no fueran acompañados de patatas) le dixole: ¡Que te calles, cojones! y le soltó un tejazo. Pero quiso la fortuna que la ballena esquivase la teja et que aquésta fuera a dar al sacristan, que se bañaba con las vergüenzas a la luz de la luna, en una playa muy coqueta.



Dióle la teja al sacristán. El sacristán tomó el tejazo por admonición divina et vistiéndose con premura et sus ropajes, salió corriendo a sus aposentos et dando grandes voces decía: Non volveré a bañarme con los colgantes al aire, que el santo padre advirtiónos en su homilía XXVII de Junio del presente año de nuestro señor de tales desmanes. Faréme con telas et otros metrajes un pantaloncillo para usar en las horas del baño que no incomode al santo padre et con ello puesto podréme bañar a altas horas de la circunfleja hora nona. Et para las sabias madres superioras de los conventos, faré otros atalajes que les tapen las verguenzas colgaderas et llamarélos bañadores y biquinisis. Et como pueda, a ver si los biquinisis los hago tres tallas más pequeños.



Et así fue, cabezones et dilectos alumnos, como se inventó el traje de baño, Para mañana, una redacción de tres folios con el tema: Porque es de menester usar traje de baño y donar grandes sumas de doblones al arciprestazgo del condado. Fernandito, no te metas el dedo en la nariz, o por lo menos, que la nariz sea la tuya..."

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