domingo, 15 de noviembre de 2015

El proceloso caso de la bruja fea con unas domingas propias de un sábado.

Aquella noche mi amigo estaba especialmente charlatán. Me había citado sin darme demasiadas explicaciones "a eso de las nueve y donde tú ya sabes".
Alrededor de las nueve y cuarto me volvió a llamar para preguntarme donde era el sitio, porque él se había ido al kiosko del parque donde este verano nos habíamos tomado las cervezas por las tardes y estaba ya cerrado.
Me habló de lo divino y de lo humano. Con lo divino no se entretuvo demasiado, porque había discutido de forma más que exabrúptica con el cónsul del reverendo del obispado. Su conversación sobre la parte mundana de los seres más o menos humanos, como siempre, consiguió que me olvidara de mis muchísimos problemas medioambientales.

¿Sabes? -Me dijo de pronto- Hace tiempo que no te cuento ninguno de mis muchísimos casos. Pues hoy, por ser unas fechas tan señaladas, te voy a contar uno. Pa que veas.


Y esto fue lo que me contó aquella noche:

Serían alrededor de las cuatro de la tarde de aquel jueves cinco de Noviembre cuando su secretaria le informó de que había una señora que insistía en verlo.
La señora resultó ser una rubia platino de proporciones perfectas...(en este punto interrumpí a mi amigo para preguntarle si estaba seguro de que la señora era de esa tal tesitura y él me aseguró que de tal forma era la susodicha clienta. Además, puntualizó lleno de santísima congoja, se llamaba Marisa)...de unos treinta y pocos años y de ojos garzos y verdesísimos...(En este punto insistí en querer saber si estaba seguro de lo que decía y mi amigo se reafirmó en sus afirmaciones. Además, lleno de convicción me aseguró que se llamaba de primer apellido Gutierrez)...que se sentó delante de su mesa y le dijo:
- Buenas tardes.
Mi amigo, que podrá parecer un buen montón de cosas, es, sin embargo, un hombre muy educado y le contestó con otro exquisito:
- Buenas tardes.
La señora no se anduvo ya con más remilgos y le dijo:
- Me llamo Marisa Gutierrez y quiero que investigue un caso de mucho misterio.
- Buenas tardes -Insistió mi amigo dejando claro ya que él era mucho más que un hombre educado.
- El caso de mucho misterio es de que la otra noche cuando volvía de misa de ocho un desconocido que se llama Enrique Pérez García y que es auxiliar de farmacia de la esquina de mi calle me abordó de forma inopinada y me dio este sobre manuscrito. Como verá usted, dentro hay un anónimo que pone unas cosas muy misteriosas y que dan mucho que pensar -dijo al tiempo que le tendía al investigador un sobre que acababa de sacar de su bolso.
- Vaya, vaya...a verlo, a verlo, ¿me deja que lo vea? ¿Lo puedo ver? A ver qué pone, a ver qué pone...
El sobre, tal y como había adelantado Doña Marisa Gutiérrez, contenía un manuscrito. El manuscrito decía:
"El buho buha y la marsopa no se lo va a impedir.
Nicanor tenía un bote de remos pero había dejado de fumar.
Si eres más tonta te hubieran convidado a plátanos.
La suma de los elementos de un conjunto no pueden ser esdrújulos aunque lo exiga el santo patrón.
Te vas a enterrar rubia de bote."
- Ummhhhh....esto que pone aquí, esto que pone, Ni Canor tenta un bate...debe ser alguna clave o algo así de mucho misterio.
- No, mire, es que lo está usted leyendo mal. Pone Nicanor.
- ¡¡Nicanor tocando el tambor!! Vale ya está el caso resuelto.
- ¡¡¡¿¿Cómo??!!! ¿Es posible?
- Sí. Yo tenía un amigo que se llamaba Nicanor, que no sabía tocar el tambor y a lo mejor ha dejado de fumar.
- ¿Cómo?
- No, espere, eso no puede ser. Mi amigo es de León y este anónimo no pone que sea de allí.
- Bueno, señor investigador, haga lo que tenga que hacer y resuelva este caso, que luego pasa lo que pasa.
Y la rubia platino se marchó.

Mi amigo llamó a su secretaria entonces y le encargó que lo despertara a eso de las seis, porque Doña Marisa había llegado justo a la hora de la siesta y no era plan de andar luego pegando cabezadas en mitad de un tiroteo.
Cuando se despertó más tarde se vio capaz de darle un enfoque totalmente nuevo al caso que le habían planteado un par de horas antes.
- Verás -me explicó- era una simple ecuación matemática de tercer nivel con un sintagma estructural que hacía un binomio polisintgmático. Ja ja ja, a ti te parece complicado, pero para un hombre con mis recursos memotécnicos es en realidad una fruslería.
Verás, el buho que buha representa un semaforo en rojo y la morsopa es una señora que asomada a su ventana se fija en quien se lo salta...
- ¿Qué me dices?
- Lo que yo te diga. ¿No ves que yo soy un investigador con mucho prestigio? Nicanor con un bote de remos pero que ha dejado de fumar se refiere a alguien que se compró un bote este verano y que ya no va al estanco.
  Y ahora viene lo interesante, justo en la esquina de la plaza del alquitrán, hay un semáforo, hay un estanco y una señora muy cotilla que se pasa las horas asomada a la ventana. ¿Asombrado? Pues eso no es nada, porque además, da la casualidad de que cierto cliente de ese mismo estanco se compró una barquita de remos este verano. Ese hombre se llama Nicomedes Gutiérrez.
- ¿Todo eso lo dedujiste solo con echar una siesta?
- Casi. Tuve que ir a hacer algunas averiguaciones, pero no me dirás que la cosa no estaba interesante.
- Hombre, visto desde esa perspectiva...
- Pues lo mejor era lo de los elementos de un conjunto. ¿Tu no te acuerdas de que el ayuntamiento había contratado a un grupo musical para las fiestas del pueblo? Las fiestas del santo patrón, San Nicanor del septimo pisotón. ¿Y que la actuación se suspendió porque la vocalista se había quedado afónica en un karaoke?
- No sé, a mí ya sabes que las cosas del pueblo...
- Pues con esa información me lancé a la calle...
Y esto fue lo que me contó:
Entró en el estanco a comprar cigarrillos con sabor a plátanos, porque no le terminaba de cuadrar lo de que hubieran podido invitar a plátanos a alguien sin que se viera ninguna platanería por las cercanías.
- Cigarritos de plátano no tengo, señorito -le dijo la estanquera- pero puede comprar anguno en la frutería de aquí al lado y fumar muy deprisa mientras se lo come.

El hecho de que hubiera una frutería tan cerca otorgaba un nuevo punto de vista a sus pesquisas. Así que se acercó al tal sitio. Lo primero que vio fue un mostrador, detrás unas tetas y detrás una señora muy fea.
- Buenas tetas, que diga, no, perdón, Buenas tardes. Es que me he distraido porque como ya es jueves y ya ha cantado la alondra.
- Buenas tardes, ¿que se le ofrece, pollo?
- Es que yo soy detective y estoy investigando un caso de mucho misterio. ¿Son de verdad?
- Pues yo no he matado a nadie ni nada. Y además tengo coartada. Y tengo unas naranjas muy ricas también. ¿Quiere llevarse naranjas, pollo? Venga, que se las voy a poner muy bien de precio, están muy ricas. Ya verá como se las come usted a la carrera y se chupa los dedos y todo. ¿Cuanto le pongo?
- No, gracias, señora. Lo que me gustaría saber es donde estaba usted anoche a la hora de salir de misa de ocho...
- ¿Cuanto le pongo? ¿Tres kilitos de naranjas y uno de mandarinas? ¿Ha visto usted que mandarinas más ricas tengo? ¿Ha visto que hermosura de mandarinas? ¿A que dan ganas de adoptarlas de lo ricas que están? ¿A que sí?
- No, gracias. Es que yo no soy de comer naranjas. ¿Tiene usted plátanos con sabor a cigarrillos?
- ¿Cómo? No se de que me habla -Dijo la frutera detrás de sus tetas poniéndose evidentemente nerviosa- eso son habladurías. Eso no se lo que es. Váyase, váyase.
- Vaya, vaya. Esto es muy interesante. Así que usted no sabe nada de lo que le estoy hablando, ¿verdad?


- Está bien, lo confieso. Lo confieso todo. Yo me disfracé de bruja el sábado pasado, que era Halloween. Y me puse un escoque y me maquillé como si fuera guapa. Enseguida se me enamoró el vizconde de Gutiérrez y me invitó a mariscadas y otros manjareces de esa índole. Yo soy buena y casta y pura, pero esa noche, como iba de bruja, fui un poco guarra y a la mañana siguiente, cuando alboreó el gallo y el vizconde me vió al natural ya no me amó ni nada. Se limitó a seguir haciéndome guarrerías hasta la hora nona y luego se marchó. El desánimo y la sinrazón se apropiaron de mi ánimo y víctima de la desazón, me fui a comer chocolates y a llorar mis penas.
- Jo, chocolate, con lo que a mí me gusta...
- Pues se aguanta, que me lo comí yo todo. Luego supe que esa rubia platino de bote de Marisa Gutiérrez era la amante nueva del vizconde y pagué al mequetrefe de la farmacia para que le llevara esa misiva de forma secreta a la señoritinga.
- Con lo que a mí me gusta el chocolate...
- Yo no quería que todo se fuera de su cauce -insistía aun la señora fea.
- Pues si no me vas a dar chocolate, me chivo. Le voy a decir a la señá Marisa que es usted una bruja mala.
- Yo soy buena. Yo soy casta. Yo soy pura. A veces me emputezco un ratico, pero es por el tiempo.

En este punto mi amigo se entristece, se le entrecorta la voz y noto como su mirada pierde la fuerza que siempre lo ha caracterizado. Con apenas ya un soplo de voz me dice:
- Y no me dio chocolate, la hija de puta.

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