viernes, 2 de junio de 2017

Los escritores malditos IV. Los novelistas

 Esta entrega es continuación de esta otra donde ya se explicaba la magistral lección que está siendo impartida.

Hoy vamos a hablar de una de esas extrañas fuerzas de la naturaleza, capaz de conjurar en su obra un amor sublime por el chocolate, junto con un aburrimiento de tamaño apocalíptico. Estamos hablando, claro está, de Mentolato Smith. Hombre, padre, hijo, vecino, profesor de química y por encima de todo, fumador.



Mentolato nació con cero años un día de principios de Junio de un año muy discreto del siglo XIX. Su padre era un eminente farmacéutico de un pueblo abandonado de la Provenza. Se llamaba a la sazón Peregildo Smith y se dice que era capaz de preparar sus fórmulas magistrales con cuatro tonterías que tuviera por la botica. Su madre no tenía nombre y se sabe apenas de ella que gustaba de freír los huevos fritos de siete en siete.

La infancia de nuestro insigne autor transcurrió entre frascos de medicamentos y pastillas de diversa catadura.
Comenzó sus estudios en un convento que los padres Esponjarios tenían en la falda de una montaña, al lado de un acantilado muy bonito al que solían ir los vecinos del cercano pueblo de Alosanfant a suicidarse los domingos por la tarde. Allí aprendió muchas cosas nuestro joven Mentolato. Apendió a sumar, primero con los dedos y luego sin ellos. Aprendió a escribir "Mi mamá me mima" y gilipoyadas de esa jaez, aprendió donde estaba Portugal y quien fue Magallanes, pero sobre todo, aprendió a fumar.
Apenas tenía 28 años cuando una mañana fría de principios de Junio su compañero Nonecaedro Llonson, al lado del bocadillo de salchichas con patatas fritas sacó un paquete de cigarrillos. Lo ofreció al grupo al tiempo que decía, impostando la voz: "¿Gustaseis?"
El Guti dijo que sí y se comió dos, Pérez Caminero dijo que su padre no le dejaba y fue a chivarse al padre Guillermo, que se había arremangado la sotana y estaba jugando al fútbol con los peques. Ya llevaba doce goles él solo.
Mentolato se quedó mirando ensimismado el paquete de cigarrillos y al ver que no mordía, cogió uno y se lo puso en la boca.
En aquellos tiempos los cigarrillos no se encendían solos y tuvo que ser su amigo Nonecaedro el que le acercara fuego al cilindrín. En aquella época remota a los cigarrillos les llamaban también cilindrines.
Junto con el humo, entró en su cuerpo joven e inexperto la musa de la escritura.



Los estudiosos en este punto discrepan de forma muy seria, llegando algunas veces a posturas sumamente enfrentadas. En 1893, por ejemplo, el Decano de la Universidad de escritores malditos de Delaware le dio una bofetada al conserje de dicho centro por decir que no sería una musa. En 1923 el insigne estudioso del instituto de Estudios Malditos de Manchuria, retó a un duelo al profesor emérito de la facultad de Ciencias Difusas de dicha localidad, por dudar de que la musa de la escritura estuviera dentro del cigarrillo aquel que se fumó esa fría mañana de principios de Junio.

Fuera como fuese, Mentolato se puso en pie de un salto y entre febriles espasmo escribió el prefacio de la que sería su obra prima, "Parece usted tonto de lejos, pollo".
Hubo gran consternación en el recreo en aquel punto. El Padre Guillermo se había quedado solo ante Joselito Ruiz, de siete años, que hacia de portero y estaba muy ocupado intentando sonarse sin pañuelo.


Mas tarde, aquella noche, mientras fumaba un cigarrillo tras otro, escribiría los capítulos primeros y segundos de su obra. Como es bien sabido, Mentolato gustaba de poner en todas sus obras tres capítulos primeros y cinco segundos. No le gustaba que hubiera capítulos terceros, los consideraba una muestra de mal gusto. Si había un capitulo cuarto debía ser muy, muy corto. En cambio, era partidario de que el capitulo quinto llegara hasta el final del libro. Y que la obra acabara, inexorablemente, siempre, con otro capitulo segundo puesto a traición. cuando menos se lo esperase el lector.

Esa noche escribió aquel diálogo que ha perdurado en la historia de la literatura universal de forma permanente:
"...¿No es verdad? Dí, por favor. ¿No es verdad?
- Si, es verdad"
También destaca de aquella primera obra, la descripción que hace de la joven Emerinda, la prometida del rico limpiabotas:
"Emerinda era una joven muy monina. Era alta y muy tetona"
Sin embargo, lo que cautiva a la crítica es la forma en que narra la lucha entre Marcel, el teniente de la caballería del rey y Clavicordio, su caballo:
"...encarose con el caballo e intentó besarlo, pero la bestia no era partidaria de sus requerimientos y volviendo su grupa, diole una coz al teniente. Que a partir de aquel día quedose tontito de la cabeza"

El Sumo pontífice del convento donde estudiaba queda encantado de su obra y lo contrata para que de clases en su facultad. A partir de ese momento es profesor adjunto del departamento de química y sus labores. Su padre está orgulloso de él y su madre le fríe unos huevos en señal de jubilo y boato.

Así, entre clases de ganchillo y formulas químicas, cartones de tabaco y ceniceros llenos, ven la luz "Desde un ventanuco asqueroso", una obra de viajes y costumbres muy detallista.
"¿Tiene usted lumbre? Saleroso", quizá su novela más controvertida, por cuanto su protagonista, una funambulista ciega y coja queda atrapada en lo alto de la cuerda floja en un precipicio y nadie le da fuego para poder fumar. Es según algunos, una obra de una crudeza y una tristeza rayana en el sobresalto; según otros, una tontá para que le den un empujón a la pesada de la protagonista nada mas empezar la lectura u se ahorre el tostón de la novela.
"La venganza del capitán Sarmiento" narra las vivencias del hijo de María y lo que le pasó con el viento.
"La ballena y los arenques", fabula ecológica donde una ballena cuenta su vida a unos arenques que van a visitarla.



Es precisamente en la presentación de este libro cuando conoce a Fortunata Filismorris. Fortunata era una viuda de mediana edad que tenía un estanco y lo alquilaba para las presentaciones de libros. Hay quien dice que fue un amor a primera vista, hay quien opina que fue un acto interesado, que él buscaba un descuento en el tabaco y ella quien la empotrara las noches de luna llena. Sea como fuere, un viernes de principios de Junio se casaron. Mentolato acudió vestido de novio antiguo, Fortunata de novia antigua también. El cura se vistió de cura, los testigos de testigos...en fin, muy previsible todo.

Tuvieron siete hijos (mas ella que él) y a todos les pusieron nombre.
Siguieron algunas obras más. Algunas han pasado a la historia universal como ejemplos de lo que nunca se debe hacer cuando se tiene un lápiz y un papel, y otras fueron muy malas.

Acudió cuando su patria lo llamó a la guerra de los Amonitas (que se suspendió por el mal tiempo) y fue un ejemplo de pulcritud y decoro.
Protagonizó muchas escenas de hazañas bélicas cuando ya el enemigo se había ido. Lo cual no fue obstáculo para que se luciera de grande manera y todos los generales quisieran condecorarlo e invitarlo a beber en los lupanares que en el frente había.
Regresó a su tierra condecorado en loor de valentía y decencia y se encontró con que lo habían dado por muerto. Como no gustaba de discutir con la autoridad se murió inmediatamente.

Quede para la posteridad lo que sus hijos mandaron grabar en su sepultura:
"Aquí yace papá"