sábado, 10 de mayo de 2014

Don Pánfilo Carahuevo. Prócer insigne y benefactor cincunflejo. Parte ségun.

Como vimos en un capítulo anterior, a la tierna edad en que le estaban saliendo sus primeros pelos, Don Panfilito conoció a la que a habría de ser la musa preclara de sus invenciones y descubrimientos, María de la Pirindola, que andando el tiempo protagonizaría un cuplé y algunas películas de Tarzán.
 


Pero no adelantemos acontecimientos.
Aproximadamente por esas fechas le llega un encargo del gobierno de la ínsula Barataria, que al grito de "El Peloponés els roba" se habían declarado interdependientes de unos almacenes muy grandes (aún no se manejaba el concepto actual de "grandes almacenes"). El general Pinochillo, nuevo líder de la recién nacida democracia Barataria quiere poner a un hombre en la luna, y si es posible, que no vuelva. El astronauta elegido (más o menos) es D. Rinoplastio Tercero, antiguo virrey de la ínsula.



Don Pánfilo acoge el encargo con entusiasmo y contrata a la bella María de la Pirindola como científica y ama de llaves. María no ha tenido nunca una llave de su propiedad, y cae en un profundo éxtasis de agradecimientos y parabienes, pero el insigne prócer no tiene un triste llavero que darle y ella anda todo el día con los bolsillos desfondados por las llaves. Sin embargo, el entusiasmo de la pareja es aún mayor y se enfrentan al reto del viaje a la luna. Pánfilo enseña a su joven ayudante a contar sin los dedos y ella le ayuda en las dificilisimas ecuaciones de segundo grado que todo sabio que ha intentado mandar a alguien a la luna sabe que se producen.
Pasa el tiempo, el viaje a la luna no se produce y el general Pinochillo se impacienta. Pero poco.
Al día siguiente se impacienta más, y ya al tercero manda a los científicos una carta que, entre otras cosas les dice: "...el pequeño Juaquinito me ha suspendido ortopedia crepuscular, no sé que voy a hacer con este muchacho. Ni estudia ni me deja dormir, ni nada. A ver si os acordáis de lo del viaje a la luna que os dije y os dejáis caer por aquí y nos tomamos unos cafeses. La tía Engracia se ha vuelto a morir..."
La misiva causa consternación entre las jóvenes promesas de la ciencia. Don Pánfilo toma un martillo y dejando de lado todos los cálculos previos, construye un cohete.



Es un cohete estupendo, con ruedas y rodines. No vuela mucho el primer día. No vuela nada el segundo, pero es un principio.
Los acontecimientos se suceden. El hijo del futuro astronauta, Don Rinoplastio Tercero B, da un golpe de estado el jueves dia 10 de mayo ("de mayor" en el idioma de la ínsula) e intenta hacerse con el poder. Hay un gran revuelo en la capital. El general Pinochillo se hace fuerte en el comedor del palacio presidencial y pide menú tras menú. Don Rinoplastio se niega a dialogar. El jueves 10 de mayo, un poco más tarde, pide el postre y le es denegado. Como aún no existe la ONU ni nada de eso, nadie puede hacer nada. Ni acercarle un triste pastel de chocolate, ni de frambuesas con un poco de nata por encima, ni por debajo, ni nada. A media tarde se ha resuelto la crisis. El general ha huido escondido entre los platos sucios y el nuevo gobierno lo primero que hace es sentarse en el trono.
Se le agradece a Don Pánfilo su trabajo y se le dice que pagarle, lo que se dice pagarle, no le van a pagar; pero que contará siempre con su simpatía.
Don Pánfilo está harto de la política y decide retirarse a investigar y a diseñar cosas, y a hacer ecuaciones y cosas de esas raras que hacen los sabios todo el santo día.



Son tiempos de gran efervescencia científica. Por esas fechas hace pública su teoría de la alopecia robótica y el teorema de la gravedad conspicua. Con motivo de ello decide dar conferencias y ruedas de prensa en las principales universidades del mundo, pero se deja el carné de identidad encima del piano y no lo dejan entrar. Vuelve corriendo (que se podía haber caído y tener un disgusto) a su castillo a por él, y descubre horrorizado a María de la Pirindola haciendo pintadas obscenas en el baño del laboratorio.
"Pánfilo es un gafotas" había escrito la desdichada. El insigne sabio queda consternado. Ella arguye que se refiere a otro Pánfilo muy cabezón que vive por el barrrio. Él no la cree. Ella llora. Él se conmueve. A ella le da la risa. Él se mosquea. Ella le pide que salga que tiene que usar el aseo y él sale, Mientras agarra la manija (manilla en insulés) se le aparece como por ensalmo la formula de la doble ecuación con triple incógnita. Se vuelve y la abraza. Ella le grita que salga. Acaban ambos empapaditos. La crisis científica ha pasado.
A los pocos días Don Pánfilo inaugura la temporada de conferencias en Brooklyn con una brillante disertación de como hay que sumar los decimales para que no se apelmacen las centésimas. Recibe una ovación por todo lo alto y sale a hombros de la sala de conferencias.



 Es muy festejado y el premio nóbel de crucigramística, Don Henry Henry no puede evitar que se le escape una lágrima al escucharlo. Intentan que la lágrima no llegue al suelo, pero es imposible. Al día siguiente todos los periódicos del orbe abren con un contundente "Don Henry Henry es un llorón", el dayly News además apostilla "...y un mariquitilla"
Ningún rotativo hace mayor alusión a su conferencia que un miserable "...en una disertación de un científico que lleva gafas". El insigne prócer termina harto de los periódicos y de las conferencias. Ese dia se come un bombón helado y regresa a su castillo.
Comienza a trabajar en la traducción de un manual sobre la limpieza de las ballestas en francés antiguo, pero el cónsul francés protesta  y el gobierno lo obliga a destraducir el manual y a dejarlo como estaba.



Continuará...

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